domingo, 11 de enero de 2009

Madrid, 11 de enero 2009

Aquí estoy. Perdona Inés, pero recuerdo tantas veces el día de ayer que tengo la sensación en el cuerpo de que tan enorme ceremonia se manifestó hace apenas unos minutos, consciente de que mañana aún lo recordaré y de que un día tan lejos no siempre puede quedar como tal. Un día de ayer. Lo tengo en mi mente y sonrío. Ella también. Mañana llegaré a casa después del trabajo diario y ella estará en casa cuando vuelva y desenfundará una sonrisa que armoniosamente acompañará con un ¿cómo estás?, ¿estás bien? y disparará con un poco de tristeza “te veo extraño”. Y aquí estoy.
¿Tú, cómo estás?
Ayer estaba en un bar, como hace cinco días también y dos personas tocaban, cantaban y reían mientras yo a veces encontraba, entre tanta gente, rostros amigos que están tan lejos que era imposible que ayer estuviesen. Mañana tal vez sí. Hoy no, pero ahora estoy aquí en una pequeña ciudad con una sola idea en el corazón, Inés.
Lanzar mañana una pequeña piedra a un bloque de hormigón enano y abrir así una diminuta ventana por la que Dios por fin pueda ver.
¿Me acompañas? Miedo tengo. ¿Tú? ¿Dios mirará?


Francisco Jurado Chueca

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