lunes, 7 de julio de 2008

Madrid, 7 de julio de 1937
Hay pocas cosas más ordinarias que enviar una nueva carta antes de que te contesten a la anterior. Qué se le va a hacer… No podía siquiera cenar. Acabé mi infusión y salí al balcón a ver si la catedral todavía estaba ahí o también te la habías llevado ese día hace tan poco en que subí a tu casa ávida de ver la Gran Vía y me marché corriendo a mezclarme otra vez entre la gente. Después, nada más. Tu última carta fue del diez de agosto. Allí en el balcón apuré un cigarro y me dejó preocupada ver también tu edificio al fondo: la ciudad era demasiado inmensa, mucho más allá de ti y de mí continuaba. Yo vivía sola; también tú esa noche estabas solo, no me fallaba la memoria y sabía que cuando ella se marcha piensas cosas más extrañas si cabe. Francisco, yo vivía en esa época sola frente a la catedral. La visión era espectacular antes de los bombardeos. Tampoco sabía nada de mi familia de Aragón, pero los de Valencia estaban bien; me preocupabas más tú, que estabas en una edad tan útil para ambos bandos, tal vez te hubieran enviado al frente, no sé. Te pedí que fueras a la Cibeles y me mandaras noticias.
Inés Plasencia Camps

2 comentarios:

mcvalen3 dijo...

Esta eres tu. Sigue adelante. me encanta tu forma de escribir, con ese humor un poco y a menudo muy cáustico.

Tu forma de escribir es tan sugerente y tan prometedora, nunca me canso de leer.

Desde siempre y para siempre

mcvalen3

Anónimo dijo...

Muy breve.

Hola.

Maria.