martes, 3 de junio de 2008


18 de julio de 1936

Difícil imaginar que nos ocurra lo que a ellos. Me refiero a la fotografía de aquellos indios del Amazonas que pertenecen a una tribu recién descubierta que tanto me impactó y que se publicó hace pocos días. Fíjate, de las diez personas que aparecen algunas son rojas y una es negra como bañada en un barril de petróleo, y apuntan con sus lanzas y flechas hacia una cosa enorme (si es que "cosa" existe para ellos, tal vez vivan entre conceptos más abstractos, quién sabe) que emite un zumbido y de la que asoma algo similar a ellos, parecido a una persona pero cubierto todo el cuerpo de pieles brillantes. La fotografía, aunque tomada a cierta distancia, me resulta incómoda. Miro una a una sus reacciones pero pierdo sus caras al ampliar la imagen, sólo entiendo que se defienden de todos nosotros, de todo el que mire la fotografía y eso, la verdad, por primera vez, me hizo sentir "el otro". El otro al que atacamos siempre porque no se nos parece, pero incluso así, difícil imaginar que nos ocurra lo que a ellos: ver de repente algo tan desconocido y sentir ese terror, bajo algo inmenso que agita sus alas haciendo círculos a una velocidad hasta entonces impensable.
Recordé la fotografía charlando con Víctor en los balcones de un mesón de Chinchón, adonde habíamos ido para celebrar mi cumpleaños. Le hablé de la noticia, de cómo me sentí siendo el otro, de cómo me sorprende pensar que, por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial no significa nada en algunos lugares, ni la guerra ni tantas otras cosas mientras que para ellos hay mil tipos de hormigas y no dos, negras y rojas, como pensamos nosotros, y otras diferencias más elevadas, claro, no sé, quizá reglas que ni siquiera imaginamos y donde poco importa todo lo que llevamos haciendo durante siglos, cosas que consideramos tan importantes como la democracia y los teléfonos móviles.
Se lo conté mientras recuerdos llegaban como bengalas. De repente, una imagen; después, otra imagen e iban pasando una por una como borrándose, como si durante tanto tiempo sepultadas escupieran una última burbuja de barro antes de descender definitivamente al fondo. Pero lo inquietante es que si esas imágenes, después de siglos, resurgieran arrastradas por la corriente e hinchadas de oxígeno a la superficie, no conseguirían sorprenderme como el helicóptero a esos indios aunque quizá, es cierto, causarían en mí un terror parecido.
Inés Plasencia

2 comentarios:

mcvalen3 dijo...

Reconozco que leí tu carta el día que salió. Pero, como todo lo que escribes, lo tengo que asimilar un poco. Siempre sorprendente, siempre genial. Se me pasó decirte que ya la había leído y no es justo. Creo que todo trabajo se merece una atención, sobre todo si te produce el placer que produce un buen texto.

me disculpo por no haberte dicho nada antes, espero que esto sirva de reparación.
Siempre tuya
mcvalen3

Anónimo dijo...

Te leo.

Maria