viernes, 23 de mayo de 2008

Madrid, 23 de mayo de 2008

Vivo en el piso 8 y ayer durante todo el día contuve un deseo y una canción. Me deshacía inquieto frente al ascensor y decidí subir por las escaleras. No te sorprendas, Inés. No te acomodes los lentes ni dejes caer el mentón, pero al llegar al escalón 51 se me escurrieron de la cara todas las letras y al intentar aguantarlas perdí el interés en seguir contando los pasos. Giré. Lo pensé y comencé a bajar. Recogí un estribillo, llegué a otra escalera de losa blanca, empujé una pequeña reja y olfateé con la memoria hirviendo la calle. Once de la noche. Negué toda presencia. Pretendo esconder toda huella dactilar que arañe mi piel y que justifique todo acierto racional. Dime, Inés, ¿por qué tenemos que minar nuestras caricias según lo envidie la conciencia? ¿Por qué hincarnos ante aquel niño cruel que azota todo lo deseado?... Con la ira triste en los zapatos, miré el edificio, miré mis manos y salté, me sujeté con fuerza de paredes, cristales, polvo astillado, gotas de rabia y realeza. Resbalé apenas. Subí. Aire hermoso. No me fue difícil luchar contra mi humana presencia y sostenido en el marco de la ventana con un pequeño impulso me posé dentro de casa. Poco después me acosté.
Hoy muy temprano llovía. Llegué rápido a la calle, di diez pasos, doce, me miré, estaba a salvo, giré, dos más y un niño de 7 años sonreía a mi lado. Aguanté para no despertarlo. Para no cuestionarle tanta crueldad pero ahora al frente mío me causaba ternura. No lo creía. No creía su presencia a mi lado y yo…Inés…, lo sabes, no es habitual en mí, no quise esconderme ni huir ni enfrentarme a él hasta la inconciencia. Afónico, intenté sonreír con él pero no pude. Intenté sonreír. Lo vi resfriado y contento y yo exhausto… Inés…, se ha perdido mi mascota. Era una hormiga que en casa paseaba, linda, bajita, que a veces se sonrojaba. La busqué ayer antes de acostarme. No estaba. Se ha perdido en casa. Te juro que la busco, maldigo su ausencia, le grito de mil maneras que me encuentre, que he aprendido a asirme aun con este viento, es tuyo, que se cuide, que me escriba, que por favor me indique por qué tan quieta, tan dónde está.
Inés, te lo pido, si la encuentras dile que con ella se ha perdido mi silencio.

Francisco Jurado Chueca

1 comentario:

Anónimo dijo...

preciosa mascota y precioso silencio.

muy triste perder los dos a la vez.

Puede que vuelva cuando puedas oír el silencio, volverá. tu sólo escucha

un amigo

xxx